Textos rechazados I

Aquí inauguro los textos que me han rechazado y que por malos o por desidia no he publicado en ningún lugar. Va el primero, que quería publicar cuando Fox era presidentito.

La pandilla
Philip Roth
Grijalbo
Barcelona, 1973, 199 pp

Últimamente los políticos mexicanos se han comportado excesivamente imbéciles, aunque esto ni es novedad y todos ya lo sabíamos. Declaraciones desatinadas, impertinentes, descorteses, ambiguas y francamente estúpidas han inundado nuestras televisiones, radios y periódicos causando problemas gastrointestinales en el peor de los casos hasta la risa amarga que produce la vergüenza por el otro.
Con un presidente corto de luces, manipulable y tontote no se puede hacer mucho. Algunos han creado caricaturas, otros se burlan en los medios y otro más hacen críticas que se publican en los periódicos, pero no más. Difícil hacer un cuento o una obra de teatro (hace poco, en Guadalajara, lo intentó un grupo teatral montando una parodia cabaretera, el resultado: muy poco favorable), mucho menos una novela. Eso se cree. Aunque Philip Roth (Newark, 1933) ya lo había logrado atinadamente.
La Pandilla (Grijalbo, 1973) fue el libro que siguió a El lamento de Portnoy (1969), monólogo de Alexander Portnoy quien narra sus desaventuras con el sexo y con la religión a su psicólogo. Si El lamento... fue desternillante La Pandilla provoca una risa gris, esa que esconde la preocupación, porqué al leer la novela se sabe que, aunque esté ubicada en otro país, con otro presidente y hace más de 34 años, la situación es igual a este México y a este desafortunado presidente.
Esta novela es la historia de Tricky E. Dixon, quien siempre se define como experto en leyes, vaquero honesto y amante de la paz. —Se parece... se parece.— ¡Ah!, también es el presidente de los Estados Unidos. Obviamente el personaje de ficción está basado casi en su totalidad en Richard Nixon, presidente de mala memoria para el pueblo gringo.
En el fondo Tricky es un oportunista, hipócrita, mentiroso y utiliza el lenguaje para transformar los hechos y hacerlos convenientes a su forma de ver el mundo, esto quiere decir que es como cualquier político de antes y de ahora.
La idea de que el lenguaje sirve para mostrar, para descubrir, para exhibir, para decir la verdad es vieja. Por eso Platón expulsó a los poetas de su república. Ellos no descubrían la realidad tal como era sino que la transformaban en algo bello pero que no correspondía con el mundo real. Aún así el filósofo griego se quedó corto ante los políticos actuales quienes utilizan el lenguaje para cubrir, para esconder, para tergiversar y para convertir lo deleznable en digno de adoración, lo vomitivo en papilla para bebe. Esa es la razón por la que Roth abre su novela con una cita de Orwell: “El lenguaje político (...) está ideado para que las mentiras suenen a verdades, para que el asesinato parezca respetable y para dar apariencia de solidez a lo que es puro viento”.
La novela comienza con una declaración que Richard Nixon hizo en realidad, una llena de humor involuntario, en ella el presidente ataca frontalmente al aborto. Es: “una forma inaceptable de limitación de la población”, y aboga por la vida, en especial por: “la vida de los que aún no han nacido”. Y es que los no nacidos: “también poseen derechos reconocidos por la ley, y hasta reconocidos en los principios proclamados por las naciones unidas”.
Así, partiendo de esta declaración, comienza la ficción. Tricky Dixon al declararse a favor de los no nacidos olvidó el trasfondo. Quienes lo descubren son los Boy Scouts: si está a favor de los no nacidos entonces también está a favor del sexo. Grave error que enfurece a los vende-galletas, quienes comienzan a marchar portando carteles con frases como: “¿Poder al pene? Jamás”. Todo se complica porque Dixon está en plena campaña para su reelección y eso es algo que no puede perder. No importan las consecuencias. —me sigue sonando conocido—.
Entonces Dixon reune a sus entrenadores, tiene uno para la política, otro para la milicia, uno más para lo legal, uno para lo académico y el último que lo asesora en todo aquello espiritual.
Tricky se viste con su traje de football americano, ese le sirve para... mejor no preguntar para que sirve, mejor habrá que leer. El caso es que organizan una táctica contra los boy scouts, se barajan varias opciones, muchas aparecen pero son desechadas. Hasta una en la que el presidente declare que no puede estar a favor del sexo por que él es homosexual, afortunadamente se acuerdan que los gays también joden.
Para acabar pronto entre los entrenadores y Dixon deciden invadir a Dinamarca, ahí esconden al que está atrás de todo esto: Charles Curtis Flood, beisbolista de las grandes ligas. El chivo expiatorio es lo de menos, lo importante es crear cortinas de humo. De todas maneras no le espera un desenlace agradable a Tricky Dixon, pero hasta el último momento seguirá siendo un político, ese capítulo final es para reír hasta llorar.
Al terminar el libro le queda al lector una sensación de conocer todo lo que narra Roth, como si se estuviera en un deja vu constante. (Lo triste es que no se vislumbra que algo vaya a cambiar, como siempre nos seguiremos hundiendo en la mierda. Esta es la queja amarga de un desencantado, de un pesimista).
Es una novela vieja y dudo mucho que Grijalbo-Mondadori vaya a lanzar una reedición, habrá que buscarla en las librerías de viejo, en los tiraderos. De todas maneras será tiempo bien invertido y la obra lleva la garantía Philip Roth, por lo tanto no necesita más recomendaciones.

Daniel Herrera

Comentarios

Entradas populares