Sobre las ocasiones en que me han despedido.


La primera vez que me corrieron de un trabajo creo que me dolió un poco, sólo un poco. Tal vez sentí un pinchazo en el brazo derecho, pero no fue demasiado. Desde entonces aprendí que cada vez que me corran de algún lugar la correcta actitud es no preocuparse demasiado.

Muchos afirman que soy un soberbio, que tengo un orgullo hasta las nubes. Pero eso me ha ayudado a levantarme rápidamente cada vez que se me da un finiquito. Aunque lo anterior parezca cínico, es verdad que, como todo mundo, cuando me despiden me deprimo un poquitín. Pero inmediatamente pienso que soy muchísimo más inteligente que quien me corrió. Entonces utilizo el razonamiento del califa Omar frente a la biblioteca de Alejandría; ordenó que durante seis meses ardiera no únicamente la biblioteca sino también los 4 000 baños tanto públicos y privados que tenía la ciudad. El argumento para hacer esto es conocido por todos: si los rollos de la biblioteca "están a favor del Corán están de más, y si están en contra son perniciosos", aunque se afirma que esto es una vil mentira.

Aplicado en mi experiencia laboral se transforma en: "si me corren es por que son unos imbéciles, si me quedo es por que son muy inteligentes."
Soberbio, pues sí, pero también conozco bien mis limitaciones. Puedo contar apenas un par de jefes a quienes respeto por su inteligencia. Los demas o están en la norma o de plano por debajo.

Me han despedido dos veces de la misma escuela (acaban de hacerlo apenas hace una semana), y de un periodicucho bastante malo. Las argumentos han ido desde tener problemas con la autoridad hasta por razones administrativas, la verdad nunca por ineptitud. También he renunciado de algunos trabajos, siempre lo hago porque me ofrecen un mejor empleo en otro lugar. En el fondo me gusta la estabilidad pero al parecer a la estabilidad no le gusto yo.

Ahora me corrieron sin darme mi finiquito, la verdad es tan poco que no me importa reclamarlo, creo que me ha sucedido algo positivo: estoy completamente desconectado de mis sentimientos laborales, ahora ni siquiera me deprimí un poquito. En el fondo no me importa que piensen de mí quienes me despidieron así como a ellos no les importa mi situación económica. He dado un paso más en mi cinismo, me siento orgulloso.

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